Los Villaricos

La conquista romana de la Península Ibérica provocó la aparición de nuevos núcleos de población, creándose entre ellos un nuevo patrón de asentamiento en las zonas rurales conocido como villae. Se trataba de unidades de carácter unifamiliar para la explotación, transformación y almacenamiento de productos agropecuarios.

Diseminadas por toda la península, también las encontramos en el área de Mula, siendo el yacimiento de Los Villaricos, que se desarrolló entre los siglos I y V d. C. junto a la carretera del Pantano de la Cierva, un importante ejemplo de este tipo de asentamientos.

La villa romana se divide en dos partes. El área residencial: con una zona termal y espacios domésticos entorno a un patio central; y el área de trabajo: con una almazara destinada a la obtención, elaboración y almacenaje de aceite o vino.

Una vez abandonada la villa, la zona residencial se convertirá en un lugar de culto con la transformación de dos estancias en un edificio de planta basilical, en torno al cual se han documentado numerosos enterramientos.

La conquista romana trajo consigo el desarrollo de un nuevo patrón de asentamiento en el mundo rural, conocido genéricamente con el nombre de villa, entendiendo  el mismo como una unidad de explotación de carácter unifamiliar, integrada por un territorio más o menos extenso, destinado a esa explotación, y un edificio o conjunto de edificios vinculados tanto a las funciones residenciales como de transformación, elaboración y almacenamiento de los productos agropecuarios.

En líneas generales, en el alto imperio, las villae en Hispania habían sido poco más que casas de labor, solo visitadas por sus propietarios en momentos de gran actividad; sin embargo, desde finales del s. II d.C. y, sobre todo, el s. III d.C. se producen una serie de acontecimientos que originan un cambio socioeconómico y cultural. A partir de la mal llamada “crisis del s. III d.C.”, las villae se convertirán en residencia definitiva de los propietarios, provocando un cambio en la urbanización y construcción de las mismas, dando lugar a las villae suntuosas de vocación agropecuaria. Siguiendo la obra De Re Rustica del agrónomo gaditano Columella (s. I d.C.), la villa se divide en:

  • Pars urbana o dominica. Es la parte más noble, donde reside el señor (dominus) y su familia, los huéspedes e incluso el servicio doméstico.
  • Pars rustica. Comprende dos zonas:
    • Lugar de residencia de la mano de obra esclava y del personal vinculado a la explotación, y la zona donde se guardan las bestias y los aperos empleados en las labores agrícolas.
    • La pars frumentaria, lugar donde tiene lugar la elaboración, conservación y almacenaje de la producción agrícola.

El yacimiento de Los Villaricos constituye, en este sentido, un buen prototipo de ese patrón de asentamiento. Gracias a las campañas de investigación realizadas en el mismo desde 1985, se han podido constatar toda una serie de aspectos que lo convierten en uno de los ejemplos más notables de villa romana conservados en la Región de Murcia. La identificación de áreas de carácter residencial junto con otras relacionadas con la transformación y almacenamiento de un producto de primera necesidad en el mundo antiguo como era el aceite o vino, así parecen demostrarlo. Por otra parte, a través de estas campañas de excavación, sabemos de la existencia de elementos decorativos característicos de estos establecimientos, tales como mosaicos, pinturas, mármoles, etc., los cuales debieron satisfacer los deseos de lujo y comodidad que albergaban estos ricos propietarios agrícolas.

La perduración en el tiempo de este establecimiento rural como residencia y explotación agropecuaria, va quedando bien constatada mediante la identificación hasta el presente de un total de cuatro fases desarrolladas a lo largo de cinco siglos de existencia. Desde una primera fundación, a fines del s. I – inicios del s. II d.C., hasta la finalización de su actividad, que habría que situar hacia mediados-finales del s. V d.C., se aprecian toda una serie de remodelaciones y transformaciones en los distintos espacios excavados hasta hoy. Además, ha quedado constatada otra fase, documentada a través de la transformación y reutilización en un edificio de planta absidal con clara funcionalidad religiosa, en torno al cual el resto de espacios se han convertido en un improvisado cementerio aprovechando cualquier hueco lo más cercano posible al edificio para inhumar a sus muertos.

La presencia de baños (balnea) en los establecimientos rurales hispanorromanos se extendió durante el s. I d.C., generalizándose a la totalidad del territorio peninsular a lo largo del s. II d.C. La presencia de estos balnea es un elemento indispensable de las villae ante la imposibilidad de realizar el baño diario en los establecimientos termales públicos de las ciudades.

El edificio termal de Los Villaricos presenta una disposición en dos bloques yuxtapuestos correspondientes al área destinada a los baños fríos, al norte, y a las habitaciones calefactadas y sus dependencias de servicio, al sur y poniente.

El esquema de funcionamiento es el típico de la mayor parte de estos balnea donde el frigidarium (baño de agua fría), tepidarium (templado) y caldarium (baño caliente) se suceden de una forma más o menos lineal, alterada por la disposición de los espacios, que emulan el recorrido del propio bañista.

La pars urbana o dominica es la parte de la villa más noble, la zona donde residen el dominus (señor) y su familia, los huéspedes e, incluso, el servicio doméstico. Se trata de un esquema de vivienda donde se reproducen en gran medida los esquemas de casa mediterránea con un patio central alrededor del cual se dispone un peristilo organizador en torno al cual se distribuyen las distintas estancias funcionalmente diferenciadas, propias también de las grandes domus (casas) de la ciudad, donde habitualmente residen sus propietarios durante los siglos I y II d.C. En estos siglos, la villa aúna el carácter productivo e, incluso, industrial y de venta de esos productos. A partir del s. III d.C. se convertirán en la residencia definitiva del propietario y su familia, asistiendo así a un proceso de urbanización de las villae, donde la domus (casa) será el reflejo de la mayor o menor influencia del dominus (señor) en la nueva aristocracia provincial, de carácter rural, que se desarrolla a partir de esa fecha en occidente. Las villae, convertidas en asentamientos señoriales, serán la expresión del cambio de las normas arquitectónicas, artísticas, económicas y sociales que regían el mundo del campo.

La entidad de este torcularium (almazara) -única excavada de forma sistemática hasta el momento en nuestra región- pone de relieve la importancia de la producción y comercialización del aceite a nivel de consumo local en aquellos establecimientos rurales ubicados fuera de los tradicionales centros de producción del Bajo Guadalquivir.

Al norte del pasillo distribuidor se abren las estructuras destinadas a uno de los procesos que, por sus dimensiones, debió concentrar buena parte de la actividad económica de la villa: la industria de transformación y elaboración de aceite. Hay una sucesión de salas destinadas al prensado, balsas para la decantación del aceite y un gran lacus o depósito, todas ellas realizadas en opus caementicium y recubiertas de mortero hidráulico de color rojo.

Por último, situada en el extremo oriental del torcularium, la habitación nº 6 se corresponde con una gran nave rectangular de 30 x 10 m destinada al almacenaje del aceite preparado ya para su transporte y comercialización. La habitación se halla dividida en tres naves mediante una serie de pilares prismáticos de piedra caliza procedentes de la cantera del Cerro de la Almagra.

La larga duración de la villa conllevó la creación de lugares de enterramiento para los habitantes de la misma. Con el paso de los años fue necesaria  la elección de una zona de enterramientos alejada del área residencial. Concretamente a 100 m. al noroeste de esta zona, se documentó en la década de los 90, los restos de una tumba que había sido parcialmente saqueada en su día por excavadores clandestinos. Su limpieza y excavación parcial dio como resultado el hallazgo de una tumba doble, cubierta en su origen por un túmulo de piedra y argamasa bajo el que se colocarían, a su vez, las lajas o losas que cubrían las fosas destinadas a la inhumación. Estas tienen unas dimensiones de 0,50 m. de anchura por 2 m. de longitud y 0,65 m. de profundidad. Se hallan separadas por un murete de 0,25 m. y revestidas por un revoque  de cal y cerámica de grano fino, que le da un característico color rojizo. La excavación de esta fosa hasta su nivel de base tan sólo aporto algunos restos óseos humanos muy fragmentados.

Este tipo de tumba es similar a las documentadas en otros puntos de la Región de Murcia, como en la necrópolis tardía de San Antón (Cartagena), La Molineta (Puerto de Mazarrón) o las del casco urbano de Águilas, cuyas cronologías oscilan entre los siglos III- V d. C.

Junto a esta necrópolis perteneciente al momento de ocupación de la villa, tras el abandono del asentamiento, el área residencial fue ocupada por una serie de enterramientos vinculados a una población de carácter residual establecida en la zona y que al parecer rendía culto en una de las grandes salas de la villa, que fue transformada en basílica, con la transformación de una habitación anexa en ábside. Hasta ahora se han documentado junto a la basílica unos 50 enterramientos. Se trata de simples fosas, excavadas en los niveles de colmatación del yacimiento, cubiertas por grandes lajas o losas de piedra arenisca bordeadas con piedras de pequeño y mediano tamaño. Algunos de estos enterramientos presentan un encachado realizado con fragmentos cerámicos y tejas. La cronología para estas tumbas se sitúa entre los siglos V-VII d. C.

Tras el abandono de la villa entorno al siglo IV d. C., el área residencial fue ocupada por una serie de enterramientos vinculados a una población de carácter residual establecida en la zona y que al parecer rendía culto en una de las grandes salas de la villa, que fue transformada en basílica. Hasta ahora se han documentado junto a la basílica unos 50 enterramientos. Algunos enterramientos presentan un encachado realizado con fragmentos cerámicos y tejas. La cronología para estas tumbas se sitúa entre los siglos V-VII d. C.

Las características específicas de este edificio indican que nos encontramos ante un ámbito de especial significación dentro del conjunto arquitectónico de la domus. Sus amplias dimensiones (70 m2 sin contar con la zona del ábside) y su disposición, en el extremo contrario del eje que marca el acceso al patio, nos remiten al esquema típico de este tipo de asentamientos rurales para aquellos salones de representación, oeci triclinia, esta debió ser en origen la función de este espacio. La sala conserva restos de un pavimento de mosaico de opus tesellatum policromo con elementos ornamentales geométricos.

La aparición de varios fragmentos de lucernas con iconografía cristiana durante el proceso de excavación y, sobre todo, la presencia de una importante cantidad de tumbas situadas en las zonas próximas a este edificio hace suponer la reutilización de esta zona como espacio destinado al culto cristiano.

Desde Murcia

Accedemos a la Autovía del Noroeste (C-415) dirección Mula-Caravaca. Tras recorrer 30 km. tomamos la salida nº 20 denominada Mula Centro-Puebla de Mula, para coger la carretera de Mula a Yechar en dirección Mula (MU-530), pasando por debajo de la Autovía del Noroeste y encontrándonos con una rotonda, en la que tomamos la primera salida, en dirección al Pantano de la Cierva. Tras recorrer 500 m. llegamos al yacimiento.

Tomamos la Variante de Mula (C-415a) en dirección a la Puebla de Mula, encontrándonos tras cruzar el río Mula con una rotonda en la que cogemos la segunda salida en dirección Murcia-Yechar (MU-530). Recorridos 450 m. nos encontramos con una nueva rotonda en la que tomamos la tercera salida en dirección Pantano de la Cierva. Tras recorrer 500 m. llegamos al yacimiento.

  • AMANTE SÁNCHEZ, M. y LECHUGA GALINDO, M.: “Excavaciones arqueológicas en Los Villaricos (Mula), campañas de 1992/1994”, Memorias de Arqueología 1994, 1999, pp. 329-343.
  • AMANTE SÁNCHEZ, Manuel. Una lucerna africana con crismón procedente del yacimiento rural romano de Los Villaricos, Mula, Murcia. Antigüedad y Cristianismo IX, 1992, pp. 469-474.
  • AMANTE SÁNCHEZ, Manuel; LECHUGA GALINDO, Manuel. El yacimiento romano de Los Villaricos, Mula, Murcia: Aproximación al estudio de un establecimiento rural de época romana en la Región de Murcia. Antigüedad y Cristianismo XIII, 1996, pp. 521-541.
  • GONZALEZ BLANCO, A. et alii, “La industria de aceite en la zona de la actual provincia de Murcia durante la época romana (primera aproximación al tema)”, II Congreso sobre producción y comercialización de aceite en la Antigüedad, Madrid, 606-610.
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  • GONZALEZ FERNÁNDEZ, R.; FERNÁNDEZ MATALLANA, F.: “La villa de los Villaricos (Mula, Murcia). Un ejemplo de asentamiento rural romano”, en Poblamiento rural romano en el sureste de Hispania, Murcia, 2010, pp. 321-349.
  • LECHUGA GALINDO, M.: “El conjunto termal de la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)”, Anales de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Murcia, Homenaje a Emeterio Cuadrado, vol. 17-18, 2001-2002, pp. 477-494.
  • LECHUGA GALINDO, M.: “I Campaña de excavaciones en el yacimiento romano de “Los Villaricos”, Mula, Murcia”, Memorias de Arqueología 2, 1985-86, 1991, pp. 215-224.
  • LECHUGA GALINDO, Manuel; GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Rafael; FERNÁNDEZ MATALALLA, Francisco. “Un recinto de planta absidal en el yacimiento de Los Villaricos, Mula, Murcia”, Antigüedad y Cristianismo XXI, 2004, pp. 171-181.
  • MATILLA SÉIQUER, G. y PELEGRÍN GARCÍA, I.: “El Cerro de la Almagra y Villaricos. Sobre el poblamiento urbano y su entorno en los siglos de la Antigüedad Tardía”, Antigüedad y Cristianismo II, 1985, p.292.
  • RAMALLO ASENSIO, S.: Mosaicos romanos de Carthago Nova (Hispania Citerior), 1985, p. 109.
  • RAMALLO ASENSIO, S. y MÉNDEZ, R.: “Cerámicas tardías (s. IV-VIII) de Carthago Nova y su entorno”, Antigüedad y Cristianismo II, 1985, pp. 231-280.

Horario

Visitas mediante cita previa en la oficina de turismo, teléfono: 968 661 501.

Dispone de guías.

Tarifa

  • Entrada general: 4 euros.
  • Reducida (desempleados, pensionistas y familia numerosa): 2 euros.
  • Niños menores de 12 años: Gratuito.

Observaciones

En Los Villaricos se encuentra la almazara excavada más grande de España.

Dispone de aseos.

marzo, 2024

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